martes, 12 de mayo de 2015

Orinar la glucosa para combatir la diabetes

ENDOCRINOLOGÍA

Una nueva familia de fármacos ayuda a controlar el azúcar y, a la vez, bajan la tensión y el peso

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Una mujer se toma una muestra de sangre para controlar su nivel de azúcar. / CORDON PRESS
Todo es poco para combatir una de las plagas sanitarias del Siglo XXI: la diabetes tipo II, la que aparece con el deterioro de la función del páncreas como generador de insulina. A las siete familias de fármacos ya existentes se ha unido en el último medio año una nueva: la de los inhibidores del transportador sodio-glucosa (llamados genéricamente gliflozinas). Se trata de un nuevo abordaje: el medicamento bloquea el proceso por el que la glucosa supera el filtrado de la sangre en el riñón. Para hacerlo -y seguir en el torrente sanguíneo- necesita del transportador. Al inhibirse este, no consigue superar el filtro y acaba expulsada con la orina. Es como si en un colador hubiera unos agujeros específicos para la glucosa y el sodio. El fármaco los tapona, con lo que las sustancias no siguen en el circuito. De esta manera, baja el nivel de azúcar de la persona por un mecanismo nuevo. Además, en el proceso también se pierde sodio, por lo que baja la tensión arterial, y, como consecuencia de la salida del azúcar, se baja peso, han explicado esta mañana en Madrid Javier Salvador, especialista en Endocrinología de la Clínica Universidad de Navarra; su colega del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, Susana Monereo, y el farmacólogo Antonio Fernández, de Janssen, el laboratorio que fabrica una de estas moléculas. 
La diabetes afecta al 13,8% de la población española, expuso Salvador, y "en 10 años los casos casi se han doblado". "Es una enfermedad metabólica, crónica, controlable, en la que es clave combatir la obesidad, pero no es curable", añadió. "Además de muy prevalente, es progresiva", añadió Monereo. Esta última cualidad es la que hace necesarios estos nuevos fármacos, añadió la endocrinóloga. "El tratamiento dura muchos años, y es muy importante disponer de un medicamento que mantenga su efecto con el tiempo y sea poco tóxico", dijo la doctora. La gliflozina, al retirar la glucosa de la sangre, evita su efecto tóxico sobre el endotelio de los vasos, con lo que se reduce el daño que lleva a amputaciones o pérdida de visión.
Las gliflozinas ofrecen un perfil muy interesante en este aspecto -"Tengo una gran expectativa", dijo Monereo-. Actualmente ya están aprobados en España la empagliflozina de Lilly y la dapagliflozina de Bristol-Myers Squibb y AstraZeneca. El lunes se ha presentado la canagliflozina de Janssen, un medicamento que da una vuelta de tuerca más ya que actúa contra dos transportadores de glucosa en vez de contra solo uno, dijo Fernández, lo que aumenta su eficacia.
Referido a esta última que, a líneas generales, tiene muchas características comunes con las otras, Monereo resume así sus propiedades: "Baja la glucosa, no pierde eficacia con el tiempo; no produce hipoglucemia; como elimina sodio, baja la tensión; al perder azúcar por la orina y ayuda a controlar el peso (hasta cuatro kilogramos se pierden)". La nutricionista alaba mucho estos últimos aspectos. "Casi todos los fármacos contra la diabetes aumentan de peso y suben la tensión", dice. En este caso, "a los cuatro kilos que se pierden hay que sumar los cuatro que no se ganan". 
El laboratorio probó el medicamento en más de 10.500 personas, con un seguimiento de hasta seis años y comparándolo con los fármacos ya existentes solo y "en todas las combinaciones posibles", dijo el representante de Janssen. "Se puede mezclar con todos", señaló.
Para Monereo, se trata de un producto "genial para empezar el tratamiento", ya que consiste en una pastilla diaria. El problema, rebatió Salvador, es que la diabetes "tarde de siete a siete años y medio en ser diagnosticada". "Es una enfermedad silente", explicó. Pillándola a tiempo se controla mucho mejor, pero como no da síntomas, eso pasa poco. Por eso el médico afirma que todos los mayores de 45 años deben mirarse la glucosa una vez al menos cada tres años, y , más aún, si tiene factores de riesgo (antecedentes, obesidad, hipertensión).
En casos de personas con enfermedad más avanzada, también puede ayudar, por ejemplo, retirando glucosa, lo que evita que haya que aumentar la dosis de insulina, afirmaron los médicos.
Fuente: El País

viernes, 8 de mayo de 2015

Por qué hablar de lo que ocurre en el baño debería dejar de ser tabú

Hablamos con Giulia Enders, autora de 'La digestión es la cuestión', un libro que profundiza en la importancia de escuchar a nuestro intestino y prestar atención a nuestras heces.

travolta
El intestino se ha convertido en el órgano olvidado. Sin embargo, puede mandarnos muchas señales sobre nuestra salud y estado de ánimo.
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Después de leer este artículo quizá tengas en mayor estima a tus tripas y vayas al baño de otra manera. No tiene que ver con la grosería, sino con la necesidad de acercarnos al tabú que nos impide hablar de lo que pasa en el cuarto de baño, a pesar de que podría darnos pistas importantes sobre nuestro estado de salud e incluso nuestra psique. Esta es la propuesta de Giulia Enders, autora de La digestión es la cuestión, un súper ventas en Alemania que acaba de aterrizar en el mercado en español. Enders, estudiante de doctorado en el Instituto de Microbiología de Fráncfort (Alemania), recuerda en tono distendido que el cuidado del intestino (“el órgano más infravalorado del cuerpo humano”) es clave para la salud, y que las alteraciones del equilibrio de la flora intestinal tienen influencia directa en el sobrepeso, las alergias o las depresiones. “Es muy importante que cada uno entienda bien lo que pasa con su cuerpo”, señala en una entrevista con S Moda.
Hay un sinfín de expresiones que nos recuerdan la influencia de los instintos viscerales en la vida cotidiana. Nos “cagamos en los pantalones” o “nos entra el cague” cuando sentimos miedo; se nos hace “un nudo en el estómago” con la angustia; nos “tragamos la decepción”; tenemos “mariposas en el estómago”, etc. “Nuestro yo está formado por la cabeza y el estómago y, cada vez más, no sólo a nivel lingüístico sino también en el laboratorio”, apunta Enders, cuya conferencia del mismo título en YouTube, cuando participaba en un concurso de jóvenes científicos, se convirtió en un fenómeno viral que dio lugar al libro. Enders cree que su éxito se explica del deseo de saber más. “Al saber más, podemos tratar a todo eso que ocurre en nuestras tripas de otra manera”, explica. “Estamos muy orgullosos de nuestro cerebro o nuestro corazón, pero desconocemos demasiadas cosas de nuestro sistema digestivo”. Por ejemplo, la mayoría de las personas desconoce que sólo la última parte de los ocho metros de intestinos tiene que ver con las heces; que produce más de 20 tipos de hormonas; contiene más de mil especies de bacterias o que está regido por un sistema nervioso casi tan complejo como el del cerebro. Para saber más sobre el alucinante mundo de nuestros intestinos podemos comenzar por cuestiones como éstas:

Breve consideración sobre las heces


Con ayuda de dibujos elaborados por su hermana Jill, Enders dedica amplio espacio a los componentes, color y consistencia de las heces, a las que divide en 7 categorías generales. “No hace falta que esta sea un tema de conversación entre los amigos, ni que todo el mundo tenga que hablar del aspecto de sus heces. Pero es muy importante que cada uno sepa lo que pasa en su cuerpo y por eso es bueno observarlo”, apunta. Un ejemplo: entre un 8 y un 10 por ciento de los hombres tienen heces ligeramente amarillas. “No es un problema en sí mismo, pero este color advierte de que estas personas no toleran bien el paracetamol”, señala.

Otra cuestión poco conocida es la existencia de un segundo esfínter. Casi todo el mundo conoce la existencia del externo, que se puede abrir y cerrar de forma selectiva, pero ignoran al compañero, muy similar, a pocos centímetros de distancia, que no podemos controlar conscientemente. Este segundo esfínter es un “fiel colaborador de nuestra conciencia”. Si nuestro cerebro considera inoportuno ir al lavabo en un momento determinado, el esfínter externo escucha y se mantiene tan cerrado como puede. El esfínter interno, sin embargo, es el representante de nuestro mundo interior inconsciente, y hará lo posible por soltar ese aire incluso si nos encontramos en medio de una primera cita. Ambos deben colaborar.



la digestion es la cuestion
La portada de 'La digestión es la cuestión' y su autora Giulia Enders.
¿Me siento correctamente en el inodoro?

Las hemorroides, los trastornos intestinales como la diverticulitis o el estreñimiento son mucho más frecuentes en países donde se evacúa sentado en un inodoro, mientras que apenas si se dan en Asia, donde no hay retretes. El motivo, señala Enders, no es un tejido flácido sino un exceso de presión sobre el intestino, especialmente entre las personas jóvenes. ¿Qué hacer? ¿Salir al campo? No hace falta ser tan extremos: podemos ponernos en cuclillas estando sentados. Para ello debemos inclinar ligeramente el tronco hacia delante y colocar los pies sobre un taburete. “Cuando vamos a hacer nuestras cosas como siempre se había hecho, en cuclillas, el músculo se suelta y el intestino adopta una forma más recta. Esto es importante sobre todo para personas a las que les cuesta evacuar, porque entonces tienen un exceso de presión”, advierte la autora.

A este respecto, un apunte importante para los que instalan la biblioteca en el baño: un parámetro mucho más adecuado para determinar si existe estreñimiento no es con qué frecuencia se va al lavabo, sino cuánto cuesta.

El segundo cerebro
Nuestra percepción de cómo nos sentimos en un momento dado procede, en parte, del intestino. Esto es: si cerramos los ojos, nos tapamos los oídos y nos sumergimos en una bañera, aislando los sentidos, una parte importante de las sensaciones procederá del intestino, y no sólo de nuestra mente. “El mal humor, la alegría, la inseguridad, el bienestar o la preocupación no nacen solo de forma aislada en el cráneo”, apunta Enders. Durante mucho tiempo hemos estado ciegos ante el hecho de que nuestro yo es más que el cerebro. Últimamente, sin embargo, las investigaciones sobre el intestino han contribuido en cierta medida a cuestionarse con prudencia el lema filosófico "pienso, luego existo". “La contribución del cerebro es sustancial, pero no única. No sería mala idea completar un poco la frase de Descartes: ´siento, luego pienso, luego existo”.
* Para adentrarse en otros muchos aspectos de lo que ocurre en nuestos intestinos es recomendable la lectura de La digestión es la cuestión (Ediciones Urano).
Fuente: El País

Exprésalo con flores: Te quiero MaMá